“El humor es algo difícil de definir, al menos para mí. Pero me animo a decir que sirve para sostener, para sostenernos. A todos. Sin humor sería difícil vivir. Es tan necesario como la música, la pintura o el cine. Y quizás más, porque a la música, la pintura o el cine no lo practicamos todos, pero al humor, sí”, me dice Juan Matías Loiseau, más conocido como Tute y uno de los humoristas gráficos de mayor reconocimiento en nuestro país. Publica a Batu en el diario La Nación y colabora con medios extranjeros. Cuando hablamos está en plena conmoción por el atentado a colegas suyos de la revista satírica francesa Charlie Hebdo. El mundo entero, en realidad, está conmovido. Apenas pasaron unas horas de los asesinatos.

“Me enteré apenas sucedió –continúa el hijo del recordado Caloi-. Hacer una contratapa con espacios en negro en La Nación fue la manera de solidarizarnos con colegas y de quejarnos, de alguna manera, ante este asesinato. Porque fue eso: gente inocente que laburaba, que hacía su trabajo, expresándose con libertad, como corresponde. Me llenó de estupor saber que alguien que se dedica al humor gráfico pueda terminar acribillado”.

Además de hablar, los caricaturistas argentinos expresaron su posición a través de sus trabajos. Algunos apelando al negro. Otros, como Miguel Repiso, amigo de Wolinski y alguna vez colaborador de Charlie Hebdo, se expresaron con palabras y dibujos alusivos durante los días siguientes. “Como escribí en un texto que acabo de publicar, esto es una masacre al humor gráfico, del que más que nunca me siento parte”, reflexiona Rep.

En el mundo, el creador de Asterix, Albert Uderzo, también rechazó el ataque. Tras “jubilar” en 2011 a su histórico personaje, lo hizo reaparecer con una rosa en su mano junto al perro Idefix, con una tristeza que se refleja en su mirada.

Gustavo Sala, autor de Bife Angosto (suplemento No, de Página/12), Hijitos de Puta (Barcelona) y Lo que no importa esta acá (Rolling Stone), me cuenta: “La primera reacción al enterarme de los asesinatos es la obvia: tristeza, estupor, dolor profundo”.

Mucho más tratándose de artistas del mundo del humor, medio en el que me muevo y en el que trabajo. Muchos colegas publicaron imágenes donde los dibujantes disparaban con los lápices, o hacían la alegoría de los lápices y los plumines como armas. Afortunadamente, los lápices y los plumines no disparan, sólo dibujan. Y eso es lo que hay que seguir haciendo: dibujando más humor y ser más crítico. Molestar más”. Y agrega: “El humor en necesario porque ofrece otra mirada, a veces incómoda, a veces dolorosa, otras negra, otras divertida, y en algunas ocasiones todo eso a la vez”.

“Me gustaría decir que me sorprende la violencia con la que grupos extremistas reaccionan ante una idea, pero lamentablemente no es así. No es la primera vez ni será la última en que alguien es asesinado por sus ideas. Queda en evidencia cuán potente puede ser el humor como una invitación al pensamiento crítico”, me contesta el prestigioso dibujante chileno Alberto Montt poco después de que la noticia del atentado recorra el mundo.

Tomando partido, Miguel Rep lamenta: “Wolinski y Charb eran mis amigos. Charb me pidió unos dibujos cuando se produjo la crisis en Argentina en 2001. Esos trabajos fueron mi manera de publicar en Charlie Hebdo. Y con Wolinski compartí mucho. Incluso un viaje a México en el que la pasamos muy bien”.

La elegancia del humor
La elegancia que puede tener el humor para transmitir mensajes o ideas es innegable; sobre todo cuando es de calidad. Callar al humor es algo que en la Argentina se vivió en diferentes etapas. En 1977, una historieta que refería a la Iglesia y que se publicó en la edición en español de la revista Mad –que en nuestro país contaba con aportes de Grondona White y Andrés Cascioli–, provocó no sólo la caída en desgracia de ese medio, sino sobre todo de su director, Osvaldo Ripoll, quien tuvo que exiliarse. El sarcasmo también estuvo presente en la revista Satiricón, aparecida en 1972. Entre otros, en ella participaban Tomás Sanz, Carlos Ulanovsky, Mario Mactas, Carlos Trillo, Alejandro Dolina, Carlos Abrevaya, Jorge Guinzburg, Roberto Fontanarrosa, Grondona White, Crist, y Dante Panzeri. Dos años después fue prohibida por el gobierno de María Estela Martínez de Perón. Reapareció casi junto con la dictadura militar, pero las amenazas hacia sus integrantes la hicieron durar lo que un suspiro.

Después tuvo otras etapas. Pero no volvió a ser la misma. Tal vez por ser eclipsada por Humor Registrado (Humor), que fundada en 1978 hizo de la sátira y el humor un emblema que se impuso hasta 1999. Dirigida por Andrés Cascioli, en sus filas contó con Dolina Abrevaya, José Pablo Feinmann, Horacio Verbitsky, Fontanarrosa, Carlos Trillo, Horacio Altuna y Grondona White.

Amenazas, censura y, ahora, muerte, son armas que se utilizan para frenar al humor. A Charlie Hebdo se la quiso callar en noviembre de 2011, cuando su redacción fue atacada con bombas molotov luego de hacer referencia a la victoria islamista en Túnez. Sin embargo, estaba en el ojo de la tormenta por haber publicado recordadas caricaturas de Mahoma en 2006.

Y si de censura se trata, Sala lo vivió en carne propia en 2012. Fue denunciado por considerar como agravio una historieta suya en la que se jugaba con el parecido entre el nombre del DJ David Guetta y la palabra gueto. “Yo sufrí una serie de amenazas y denuncias penales por una tira que publiqué en Página 12 hace unos años. Fue un incidente muy desgraciado, porque me acusaron de antisemita y de banalizar el Holocausto. Y el antisemita era el personaje, no yo. Eso es una locura. Hay gente que confunde demasiado las cosas. Por suerte hay otra despierta que analiza, que entiende, que razona y que te putea, pero con altura. O sin ella, pero por los menos sin balas”, recuerda Sala.

¿Por qué el humor mete más miedo o tiene más profundidad que otras formas de decir lo que se piensa?, le pregunto a Tute. Y me responde: “Posiblemente porque tiene a su favor la síntesis, la llegada masiva al pueblo. Es un arte popular. Llega rápido a la gente y con un poder de síntesis que por ahí no se consigue en un artículo o en un libro. Históricamente fue así. Además, el humor, por naturaleza, no es solemne y entonces se permite en pocas líneas reflejar la realidad. Hacer una crítica social que de otra manera no es posible”. Ante la misma pregunta, Montt opina que “el humor hace un by pass. El mensaje llega de manera más directa porque requiere que el lector lo descifre. No da tiempo para bloquearlo y eso lo vuelve más eficiente. A través del humor puedes comunicar ideas directamente al blanco”.

¿Y ahora, qué?
“Esperemos que la censura no avance y esto no sea usado como pretexto, una vez más, para financiar guerras, invasiones y asesinatos. Soy optimista y creo que van a aparecer nuevos medios y nuevas voces riéndose de la idiotez mundial, como Mongolia, en España, o Barcelona, en Argentina”, suelta Sala. Y enseguida agrega que “sería triste que a partir de este terrible hecho el humor se suavice y la derecha y los fundamentalismos ganen. Hoy, más que nunca, necesitamos medios, gráficos y de cualquier tipo, que le abran la cabeza a la gente, que se opongan a la estupidez mundial, ya sea religiosa, política, racial o de cualquier tipo, y que haya cada vez más libertad y no cada vez menos”.

“El humor juega el papel que ha jugado siempre. El de ser un parachoques en la vida. Es la manera que tenemos de sublimar la realidad y hacerla más tolerable. Al mismo tiempo, los humoristas juegan el papel de bufones del rey. Desafiando a la autoridad y poniendo en jaque estructuras consideradas intocables”, piensa Montt.

“El humor es un espejo de la sociedad –reflexiona Tute-. De la vida política y social o de los paisajes internos, de los sentimientos, de la soledad, del amor, del paso del tiempo. Mi humor está más ligado a eso que a la política. Pero es cierto también que todo humor es político, así hable del amor o la soledad. El humor siempre es un espejo burlón. Producimos humor constantemente. Es una compañía”.

Al preguntarle si cree que el atentado a la redacción de Charlie Hebdo cambiará la manera de hacer humor, contesta: “No creo que estos asesinatos hayan dado más poder al humor. De por sí, se trata de un hecho tremendo. Sin embargo, es posible que alguno levante la bandera de los caídos y haga más humor político. Pero de todos modos estas cosas meten miedo. Estos atentados tremendos juegan en contra del humor”.

Antes de terminar la charla, Tute toma aire, deja pasar unos largos segundos, y reflexiona: “Estas cosas me parecen tan insólitas que me cuesta entenderlas, creerlas. Wolinski, uno de los asesinados, era medio amigote de mi viejo, quien me dio libros de él. Un tipo que no se dedicaba tanto al humor político, sino que tiene libros dedicados al sexo, a la pareja, divertidísimos. Es de la generación de Quino, quien me llamó impactado para hablar de lo que pasó. Sí, me quedé especialmente shockeado por el hecho de que uno de los asesinados era medio amigo de mi viejo”.

También aún dolorido por lo sucedido, Montt enumera los sentimientos que le invadieron al conocer la noticia: “Dolor. Frustración. Impotencia. Al mismo tiempo en Yemen hacían un atentado en donde murieron decenas de personas. Mundo enfermo”, califica. Y después, como si fuese una forma de tomar aliento, dice: “Hay que seguir. Las ideas no mueren”.

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Por Alejandro Duchini - Para LA GACETA - Buenos Aires